Paleontólogos encajan milagrosamente las dos mitades del húmero de un ejemplar de este coloso de los mares de hace 70 millones de años
Que dos piezas fósiles encontradas con 163 años de diferencia encajen y formen parte del mismo hueso parece imposible, pero en ocasiones los milagros (paleontológicos) ocurren. En 1849, el paleontólogo Louis Agassiz descubrió en Nueva Jersey (EE.UU.) la mitad de lo que parecíaun húmero de una tortuga marina gigantesca (Atlantochelys mortoni) de hace unos 75 millones de años. Como a la pieza le faltaba una parte, era difícil estimar el tamaño del animal, pero concluyó que debía de medir alrededor de 3 metros de la cabeza a la cola. Ahora, para asombro de los científicos, ha aparecido la otra mitad y los expertos han podido confirmar la longitud del monstruo del Cretácico.
La segunda mitad fue descubierta por el químico Gregory Harpel, paleontólogo aficionado, hace un par de años cuando buscaba fósiles de dientes de tiburón en un terraplén cubierto de hierba cerca de un arroyo en el condado de Monmouth, Nueva Jersey. Al principio, como la pieza era pesada, pensó que se trataba de una roca, pero pronto se dio cuenta de que lo que tenía entre manos era un fósil, y mucho más interesante que un diente de tiburón.
Harpel decidió llevar el fósil al Museo Estatal de Nueva Jersey, donde Jason Schein y David Parris, curadores del centro, lo reconocieron de inmediato como el húmero roto de una tortuga. Pero a Parris la pieza le resultaba extrañamente familiar y, como broma, le dijo a su colega que igual era la parte que le faltaba a la extremidad de una tortuga guardada en las colecciones de la Academia de Ciencias Naturales de la Universidad de Drexel. No se equivocaba. La coincidencia era sorprendente.
Además, Parris sabía que la pieza conservada en la academia era demasiado antigua. En teoría, los fósiles encontrados en estratos de roca expuesta se descomponen ante la exposición a los elementos, si no se recogen y conservan, en cuestión de años o, como mucho, décadas. No había ninguna razón para pensar que una mitad perdida del mismo hueso viejo sobreviviría intacta y expuesta en un lecho de Nueva Jersey, desde, al menos, el momento de la primera descripción científica de la edad ósea en 1849, hasta que Harpel lo encontró en 2012 .
Pero el ajuste perfecto entre los fósiles dejaba poco espacio para la duda. Efectivamente, eran las dos mitades de un mismo hueso, que pertenecía a una tortuga de mar gigante.
Se conservan más tiempo
Ahora, los científicos están revisando lo que creían saber sobre la conservación de los fósiles al aire libre. «La confluencia sorprendente de los acontecimientos que tuvieron que haber ocurrido para que esto sea cierto es simplemente increíble, y probablemente no tiene ningún precedente en la paleontología». dice Schein.
El húmero completo de A. mortoni da a los científicos más información acerca de esta colosal tortuga marina. Con la extremidad completa han calculado el tamaño total del animal era de unos 3 metros desde la punta hasta la cola, por lo que es una de las tortugas marinas más grandes que se conocen. La especie pudo haberse parecido a las tortugas bobas modernas, pero era mucho más grande que cualquiera de las especies vivas en la actualidad.
Los científicos creen que el hueso intacto quedó incrustado originalmente en los sedimentos durante el Cretáceo, hace 70 hasta 75 millones de años, cuando la tortuga vivió y murió. Entonces esos sedimentos fueron erosionados y el hueso fracturado millones de años más tarde, antes de que las piezas óseas quedaran recogidas en los sedimentos y protegidas de un mayor deterioro hasta su descubrimiento.