Un equipo de arqueólogos argentinos, que montados a caballo relevan 200 kilómetros del levante fueguino, desde el sur de la ciudad de Río Grande hasta el cabo San Diego, halló "fragmentos de madera, metal, restos de cerámica y vidrio", además de "las balas del cañón del barco" en la península Mitre.
Dolores Elkin, titular del Programa de Arqueología Subacuática del Instituto Nacional de Antropología y Pensamiento Latinoamericano, dijo este jueves que pedirán colaboración a expertos de España y, luego, el material encontrado será entregado al gobierno de Tierra del Fuego "porque forma parte de su patrimonio histórico y cultural", señaló.
"No se hicieron excavaciones sino que se registraron e inventariaron las muestras que se encontraron a la vista y se tomaron fragmentos de esos materiales", explicó la especialista. Y aseguró que en la recorrida encontraron, además, vestigios de otros 11 naufragios en esas aguas del Atlántico austral.
Una carrera que nunca terminó
"La Purísima Concepción" había partido del Puerto de Cádiz con 193 hombres de tripulantes y pasajeros a bordo, al mando del capitánJoseph Ostolaza. Cumplía la carrera Cádiz - El Callao (Perú), a través del cabo de Hornos, portando también caudales, y al cruzar la latitud 53° 37' perdió el rumbo y encalló en la caleta Policarpo.
Era el 10 de enero de 1765 y gracias a que el frío típico de la zona no era tan crudo por el verano meridional, les dio tiempo a abandonar el barco en jangadas improvisadas y ganar la costa. Entre las rocas y el bosque de la orilla, los náufragos se fueron afincando temerosos de un ataque por parte de los pobladores nativos.
Sin embargo los 'onas' o 'selknam', miembros de la tribu originaria de la isla que el navegante portugués Fernando de Magallaneshabía bautizado "Tierra del Fuego" en 1520 al divisar desde su barco las fogatas, observaron sorprendidos a los extraños y no los atacaron.
Los náufragos de "La Purísima Concepción" permanecieron allí durante tres meses conviviendo pacíficamente con los nativos de la zona. Incluso el capellán Juan Álvarez celebró varias misas ante la mirada atenta de los nativos. Con algunos restos de la nave hundida y madera obtenida de los árboles -lengas y coihues- de la zona, los tripulantes lograron construir otra embarcación, una goleta de 28,5 metros de eslora.
La bautizaron 'Nuestra Real Capitana San Joseph y las Animas del Buen Suceso'. Y entonces el 2 de abril, casi tres meses después de la varadura, de nuevo la gente se embarcó, dejando el equipaje en tierra, y la nave se hizo a la vela con proa hacia Buenos Aires.
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