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jueves, 13 de marzo de 2014

La oxitocina podría ayudar en el tratamiento de la anorexia

 Trastorno Alimenticio
Foto: GETTY
MADRID, 13 Mar. (EUROPA PRESS) -
   La oxitocina, también conocida como la 'hormona del amor', podría utilizarse como tratamiento para la anorexia nerviosa, según revela una nueva investigación realizada por un equipo de científicos británicos y coreanos. El trabajo, que sigue un estudio anterior del mismo grupo de expertos, detectó que la oxitocina altera las tendencias de los pacientes anoréxicos a fijar la vista en las imágenes de alimentos altos en calorías y formas corporales más gordas.
   La anorexia nerviosa afecta a aproximadamente una de cada 150 adolescentes en Reino Unido y es una de las principales causas de las muertes relacionadas con la salud mental, tanto a través de las complicaciones físicas como por suicidio. Además de los problemas con los alimentos, la dieta y la forma del cuerpo, los pacientes con anorexia a menudo tienen problemas sociales, incluyendo ansiedad e hipersensibilidad a las emociones negativas.
"Los pacientes con anorexia tienen una serie de dificultades sociales que, a menudo, comienzan en sus primeros años de adolescencia, antes del comienzo de la enfermedad. Estos problemas sociales, que pueden provocar aislamiento, son importantes para entender tanto la aparición como el mantenimiento de la anorexia. Usamos la oxitocina como posible tratamiento para la anorexia, centrándonos en algunos de estos problemas de fondo que vemos en los pacientes", explica la autora principal de ambos estudios, Janet Treasure, del Instituto de Psiquiatría del 'King's College London', en Reino Unido.
La oxitocina es una hormona que se libera de forma natural relacionada con el afecto, incluyendo el sexo, el parto y la lactancia. Como un producto sintetizado se ha probado como tratamiento para muchos trastornos psiquiátricos y se ha demostrado que tiene beneficios en la reducción de la ansiedad social en las personas con autismo.
   En el primer trabajo, publicado en 'Psychoneuroendocrinology', se administró una dosis de oxitocina a través de un aerosol nasal o un placebo a 31 pacientes con anorexia y 33 controles sanos. Posteriormente, se les pidió que vieran secuencias de imágenes relativas a la alimentación (alta y baja en calorías), formas corporales (gordas y delgadas) y el peso (una escala variada).
Cuando se pusieron las imágenes en la pantalla, los investigadores midieron la rapidez con la que los participantes las identificaron. Después de tomar oxitocina, los pacientes con anorexia redujeron su enfoque o "sesgo de atención" hacia las imágenes de alimentos y partes del cuerpo gordas. El efecto de la oxitocina fue particularmente fuerte en los voluntarios con anorexia que tenían mayores problemas de comunicación.
   El segundo estudio, publicado en 'Plos One', implicó a los mismos participantes, a los que se les sometió a una prueba similar antes y después de la oxitocina o placebo, pero en esta ocasión se evaluaron las reacciones de los voluntarios a expresiones faciales como la ira, el asco o la felicidad. Después de tomar la dosis de oxitocina, los pacientes con anorexia eran menos propensos a centrarse en las caras de asco y rostros enojados, estando simplemente vigilantes.
"Nuestra investigación muestra que la oxitocina reduce tendencias inconscientes de los pacientes a centrarse en los alimentos, la forma del cuerpo y las emociones negativas como el asco, destaca el líder de ambos estudios, el profesor Youl-Ri Kim, de la Universidad Inje en Seúl, Corea del Sur.
Tras señalar que actualmente no existen tratamientos farmacológicos eficaces para la anorexia, este experto subraya que su trabajo se suma a una importante evidencia de la literatura sobre tratamientos con oxitocina para las enfermedades mentales y alude a la aparición de una nueva opción de un tratamiento innovador para los pacientes con anorexia.
"Esta es una investigación temprana en el tiempo con un pequeño número de participantes, pero es muy emocionante para ver el potencial que este tratamiento podría tener. Necesitamos ensayos mucho más grandes, en poblaciones más diversas, antes de que podamos empezar a marcar la diferencia en cómo tratar a los pacientes", concluye Treasure.