Los genes implicados en el desarrollo del oído interno y el procesamiento emocional de las melodías se relacionan con las buenas aptitudes para la música
La percepción de la música comienza en las células ciliadas del oído interno, especializadas en traducir los sonidos a señales eléctricas. Estas señales viajan por el nervio acústico hasta alcanzar finalmente la corteza cerebral auditiva, donde se reconocen los sonidos y nos hacemos conscientes de ellos. Entre estos dos puntos hay toda una ruta especializada en conducir los impulsos nerviosos que nos permiten oír y disfrutar de la música.
Son muchos los trabajos que se han ocupado de lo que ocurre en el cerebro cuando escuchamos música. Gracias a ellos sabemos que están implicadas estructuras comunes al habla, como el área de Broca, la corteza prefrontal, la amígdala o el sistema de recompensa del cerebro. Otros han estudiado cómo cambia el cerebro con la práctica musical.
Aunque siempre se ha sospechado que las aptitudes musicales pueden tener en parte un componente hereditario, como muestran los estudios con gemelos, son menos las investigaciones que se han planteado la relación entre habilidades musicales y genes.
Por primera vez un estudio genético realizado en casi 800 personas publicado en el último número de “Molecular Psichiatry” muestra la importancia de los genes en el desarrollo de las aptitudes musicales. Estos genes se concentran en el cromosoma 3 y sobre todo en el 4. Algunos de ellos se relacionan, como era de esperar, con el desarrollo del oído interno, fundamental para procesar las señales auditivas que llegan al oído y para distinguir con precisión las diferencias entre distintos tonos. Y en concreto con la cóclea, una estructura llena de fluido con forma de caracol que contiene el órgano de corti, especializado en la audición.
Sin embargo, del estudio se desprende que las diferencias en las aptitudes musicales podrían deberse más que a diferencias estructurales, a diferencias en la regulación génica, lo que las hace susceptibles de modificación con la experiencia.
También encontraron que algunos de estos genes asociados a las capacidades auditivas estaban relacionados con el procesamiento cognitivo de la información musical. De estos, sorprendentemente algunos estaban relacionados con la esquizofrenia, aunque, resaltan los autores del trabajo, las variantes genéticas (alélicas) que contribuyen en este desorden psiquiátrico no tienen por qué ser las mismas que las observadas en las actitudes musicales. Las funciones de estos genes relacionados con la esquizofrenia podrían tener que ver con habilidades cognitivas necesarias para recordar e interpretar una serie de sonidos. Varios estudios han sugerido que la música induce plasticidad en el cerebro y potencia la neurogénesis, un aspecto importante también en las aptitudes musicales. “Y esta plasticidad podría ser la conexión entre los genes relacionados con la esquizofrenia y las habilidades musicales”, explican los investigadores de las Universidades de Helsinki (Finlandia) y Ohaio (Estados Unidos).
Otros genes asociados con las habilidades musicales estaban relacionados con la interpretación emocional de las melodías, un proceso en el que interviene la amígdala. Curiosamente, ninguno de los genes identificados en este estudio parece estar relacionado con el oído absoluto, la capacidad para reconocer o interpretar notas musicales sin ninguna referencia.
Para llegar a estas conclusiones se ha hecho un estudio de asociación del genoma complejo (GWAS), que analiza la variación genética a lo largo de todo el genoma humano con el objetivo de identificar su asociación a un rasgo observable, en este caso las habilidades musicales. Y para determinar estas habilidades a los 767 participantes en el estudio les pasaron 3 test para evaluar su percepción musical y la capacidad de percibir distintos tonos.