El estudio, publicado hoy en la revista Nature Neuroscience, ha determinado que en estado de hambre el aumento de la ingesta de alimento tras oler comida está vinculado a un receptor cannabinoide del tipo 1 del bulbo olfatorio, según ha informado en una nota la universidad pública vasca.
Las conclusiones de este trabajo podrían servir para desarrollar fármacos para el tratamiento de trastornos alimenticios, como los relacionados con la obesidad o la anorexia.
La investigación, que ha durado cuatro años, ha buscado determinar el mecanismo cerebral que aumenta el olfato para buscar comida en caso de hambre.
“Es sabido que la abstinencia de comida aumenta el nivel de los cannabinoides endógenos en el cerebro de los mamíferos, y que el sistema cannabinode es un componente importante en la regulación del equilibrio energético”, ha explicado el investigador de la Universidad del País Vasco.
El estudio, realizado con ratones con mutaciones genéticas, ha descubierto el tipo de cannabinoide endógeno que participa en estos procesos, el lugar en el que actúa, y el efecto que desencadenan.
Pedro Grandes ha relatado que “en situaciones de hambre, se sintetiza un tipo de cannabinoide endógeno específico, la anandamida, que actúa sobre un receptor concreto, el CB1 y que estos receptores están localizados en unas determinadas terminales nerviosas en el bulbo olfatorio.
“Cuando los cannabinoides actúan sobre estos receptores CB1 del bulbo, se da una reducción de la comunicación excitadora procedente de zonas olfatorias de la corteza cerebral. Así, por ejemplo, las células que captan el olor transmiten mejor y, por tanto, la percepción del olfato es mayor”, ha comentado.
Durante la investigación, los científicos vieron que “el receptor CB1 es necesario en estos mecanismos, ya que si era bloqueado farmacológicamente, o se eliminaba genéticamente (mediante la generación de ratones carentes de los mismos), los ratones comían menos en situaciones de hambre”, ha detallado Grandes.
Además, los ratones que no tenían el receptor CB1 pero a los que habían hecho expresar el mismo mediante diferentes manipulaciones genéticas “volvían a comer más al tener receptores CB1 en la vía neuronal descrita, que proyecta de la corteza cerebral al bulbo olfatorio”.
Por último, los investigadores pudieron observar que estos fenómenos no son desencadenados solo por los cannabinoides producidos por el propio organismo.
“Un tipo de cannabinoide exógeno, el THC, que es el componente psicoactivo del cannabis, inyectado en estos ratones, también provocó el aumento de la percepción del olfato y del apetito. Eso sí, este efecto se da siempre en condiciones de ayuno; en los casos en los que los ratones estaban saciados, este mecanismo no entraba en acción”, ha explicado el investigador de la UPV/EHU.
La aplicación de este estudio podría dar lugar a nuevos fármacos que fueran útiles para el tratamiento de determinados trastornos de la alimentación.
“En personas que presentan una anorexia podríamos estimular la ingesta, favoreciendo estos mecanismos y, por el contrario, en casos de obesidad, el objetivo sería intentar reducir la función de estos receptores CB1, para reducir la percepción del olor y así conseguir que estos individuos comieran menos en situaciones de hambre”, ha relatado Pedro Grandes. EFEFuturo