Una fotografía sin fechar cedida por la Universidad de Columbia en Nueva York muestra una sección de la corteza cerebral (i) y un detalle más específico de la misma (d). EFE/UNIVERSIDAD DE COLUMBIA
Los dos investigadores, pioneros en algunas de las técnicas biológicas que han permitido registrar la actividad de las neuronas, instan a que no se dispersen los fondos disponibles y se mantenga el foco puesto en el objetivo de desarrollar nuevas tecnologías con las que se pueda registrar y controlar la actividad eléctrica de miles o millones de neuronas al mismo tiempo.
“Necesitamos -afirman- métodos enteramente nuevos de medir la actividad eléctrica (en el cerebro) que vayan más allá de las tecnologías existentes”, que o bien son lentas o imprecisas o demasiado invasivas.
En junio de 2012 un artículo de Yuste y Church, publicado junto con otros cuatro colegas en la revista Neuron, sentó la base para el diseño de la iniciativa BRAIN que sería lanzada solemnemente por Barack Obama apenas unos meses después, en abril de 2013.
BRAIN -”cerebro” en inglés- es el acrónimo de “Investigación Cerebral mediante Neurotecnologías Innovadoras de Vanguardia”, un nombre que resume el objetivo de Yuste y sus colegas, que es la puesta a punto de sofisticadas técnicas y herramientas con las que registrar e intervenir en la actividad eléctrica del órgano más complicado y desconocido de nuestro cuerpo.
Estos investigadores confían en que el conocimiento de las complejas conexiones que se dan no sólo entre las células individuales del cerebro, sino entre regiones enteras, permita explicar el comportamiento de los seres humanos, tratar y eventualmente curar desórdenes neurológicos como la esquizofrenia, el autismo o el mal de Alzheimer, y entender en definitiva qué es la mente humana.
“Conforme el ambicioso proyecto BRAIN evoluciona, instamos a que se mantenga nuestro énfasis original en el desarrollo de herramientas”, escriben en su artículo.
“El ámbito de la investigación del cerebro es vasto, y la iniciativa BRAIN podría degenerar fácilmente en una heterogénea lista de regalos que intentara satisfacer los muy variados intereses de las numerosas subdisciplinas de la neurociencia”, añaden.
En ese caso, advierten Yuste y Church, BRAIN se convertiría en poco más que “un suplemento a proyectos ya existentes emprendidos por numerosos laboratorios individuales que trabajan separadamente”.
“Si ello ocurre”, alertan, “el progreso será aleatorio y no se podrá hacer frente a los principales desafíos técnicos”.
BRAIN, la iniciativa científica estrella del segundo mandato de Obama, cuenta con un presupuesto público de más de 100 millones de dólares para 2014 y en ella están involucradas las tres mayores agencias federales estadounidenses que se dedican a la investigación biomédica: el NIH (Institutos Nacionales de la Salud), la NSF (Fundación Nacional de Ciencias) y DARPA (Agencia de Investigación de Proyectos Avanzados de Defensa).
Tanto NIH como DARPA han abierto ya los primeros concursos y se disponen a repartir el dinero en pequeños proyectos.
Según explicó Yuste a Efe, el enfoque adecuado sería, por el contrario, como ocurrió en el caso de la investigación sobre el genoma humano, la creación de “observatorios” cerebrales, esto es, “centros que reúnan a investigadores de muchas ramas diferentes: físicos, ingenieros, químicos, matemáticos y, por supuesto, neurobiólogos”.
En su artículo, él y Church insisten en que “la fabricación de instrumentos para captar la imagen de los cambios de voltaje en millones de neuronas simultáneamente a lo largo de enteras regiones del cerebro sólo podrá lograrse mediante el esfuerzo continuado de un amplio equipo interdisciplinar de investigadores”.
“Esa tecnología podría entonces ser compartida, en una instalación a gran escala del tipo de un observatorio, por toda la comunidad de neurocientíficos”, aseguran.
Los dos defienden “con estusiasmo” el que BRAIN se centre en poner a punto “una nueva tecnología para registrar, controlar y decodificar los patrones de los picos eléctricos que son el lenguaje del cerebro”.
“Creemos que sin esos nuevos instrumentos, la neurociencia seguirá atascada y no logrará detectar las propiedades emergentes del cerebro que subyacen a un abanico virtualmente infinito de comportamientos”, advierten ambos investigadores.EFEfuturo