Un estudio elaborado por el equipo de la misión Curiosity de la NASA ha destacado que sólo el viaje de ida a Marte expondría a un astronauta a unos niveles de radiación 15 veces superiores al límite anual que se le impone a un trabajador de central nuclear.
Los datos los aporta el propio robot que tardó en llegar a Marte 180 días y en ese tiempo estuvo expuesto a unos 300 mSv, el equivalente a 24 tomografías, Y eso "sólo para llegar al planeta", han destacado los autores.
Este trabajo, que ha sido publicado en 'Science', se ha llevado a cabo con los datos que ha recogido el rover desde que comenzó su misión en el planeta rojo. En este sentido, los expertos reconocen que, aunque la radiación siempre ha sido un tema de estudio desde la agencia espacial estadounidense, casi todo lo que se sabe "se ha aprendido en los últimos 200 días", gracias al robot.
Durante mucho tiempo se ha sabido que el espacio es un lugar peligroso para permanecer durante mucho tiempo debido a la radiación pero se creía que, una vez que los exploradores aterrizaran con seguridad en la superficie de Marte, el planeta proporcionaría protección de los estragos de la radiación.
Sin embargo, este nuevo estudio dice lo contrario. Los datos demostraron que el aterrizaje en el planeta resuelve el problema sólo parcialmente, ya que la radiación cósmica que llega en la distancia está bloqueada, pero sólo se reduce a la mitad. Según los expertos, la protección contra las partículas solares fuertes es de mala calidad e inconsistente ya que la atmósfera marciana es exigua y está, en mucho casos, dominada por el viento solar.
"La variabilidad en los niveles de radiación es mucho más grande de lo esperado", ha señalado el investigador principal, Don Hassler, que, además, ha explicado que las tasas semanales y mensuales recogidas con el robot son variables a lo largo del año marciano. "También hay variaciones estacionales en la radiación", ha apuntado.
La NASA destaca que es la primera vez que se hacen lecturas de radiación tan precisas y desde la superficie de otro planeta. Este aspecto es casi imposible de estudiar desde la Tierra ya que ésta está protegida por la magnetosfera y una atmósfera relativamente gruesa. "Pero ahora sabemos que la radiación es un hecho cotidiano de la vida en Marte", ha indicado Hassler.
EL FUTURO DE LAS MISIONES MARCIANAS
Este trabajo va a ser de gran importancia para las futuras misiones al planeta rojo, según ha destacado la coautora del estudio, Jennifer Eigenbrode. "La radiación es probablemente el parámetro clave para determinar las alteraciones que están experimentando las rocas y la materia orgánica de la superficie", ha explicado.
Eigenbrode ha apuntado que esto se debe a que las partículas más poderosas en el aire también penetran en el suelo marciano. Al chocar en la superficie, las artículas solares energéticas y de los rayos cósmicos galácticos producen rayos gamma y neutrones que fácilmente pueden romper los enlaces moleculares en el suelo.
"Estos eventos pueden haber borrado todas las pruebas de la vida cerca de la superficie", ha alertado la investigadora, quien ha indicado que para hallar moléculas orgánicas intactas habrá que cavar más profundo, por debajo de un metro, en el suelo marciano.
En este sentido, ha destacado que el estudio ha facilitado las labores de búsqueda, porque ahora pueden saber cómo y dónde buscar las evidencias, antiguas o actuales, de vida.
Del mismo modo, se utilizarán estos datos para mejorar el diseño de los trajes y de los hábitats de los futuros astronautas, así como para planificar mejor sus actividades extravehiculares. "Con lo que hemos aprendido, podemos empezar a establecer sistemas de predicción del clima", ha concluido.