Punta Arenas, 6 de mayo de 2014.
El primer virus de influenza aviar reportado en el Continente Blanco, es resultado de una investigación financiada por el Instituto Antártico Chileno y la colaboración científica de la Organización Mundial de la Salud y su Centro de Colaboración para la Referencia e Investigación de la Influenza, en Melbourne, Australia.
El proyecto liderado por el científico chileno Dr. Daniel González, de la Facultad de Ciencias Veterinarias de la Universidad de Concepción, colectó muestras de 301 ejemplares de pingüino adelia (Pygoscelis adeliae) durante la última Expedición Científica Antártica. La bahía Almirantazgo (Shetland del Sur) y la isla Kopaitic (rada Covadonga), fueron los sitios de obtención de muestras sanguíneas y torulados de cloaca y tráquea de cada pingüino estudiado.
Tras un gran esfuerzo logístico, no solo para la recopilación de muestras, sino para su mantención a -80 ºC para el posterior estudio, todas las muestras colectadas fueron llevadas al laboratorio australiano para análisis serológico, molecular y filogenético.
En el laboratorio australiano, a través de la técnica de qRT-PCR se detectó la presencia de virus de influenza aviar en 8 individuos (6 adultos y 2 polluelos), los que luego fueron cultivados en huevos embrionados, para así demostrar su infectividad.
La posterior secuenciación completa del genoma viral y la comparación de estas secuencias con las disponibles en bases de datos de virus animales y humanos conocidos, arrojó que se trataba de algo nunca antes descrito. Tras la confección de árboles filogenéticos, se detectó que todos los genes presentes en este virus son muy distintos a otros virus aviares contemporáneos del resto del mundo, lo que sugiere que este ha evolucionado aisladamente en la Antártica.
Si bien este virus no causa enfermedad en los pingüinos, se sabe que los virus tienen una alta capacidad de mutación y con la posibilidad de volverse patogénicos.
“El riesgo para las personas que visitan la Antártica es mínimo, porque es un contacto no estrecho entre animales y personas, y además el virus encontrado acá es uno que está adaptado a pingüinos. Distinto sería el caso si es que este virus muta y se vuelve patógeno para las personas, pero eso afortunadamente es poco probable”, precisa el investigador de la Universidad de Concepción.
Según González, al parecer los pingüinos han aprendido a convivir con este tipo de patógenos sin problemas y existiría una especie de equilibrio entre el patógeno, el hospedador y el ambiente. “Entonces lo que nos preocupa es que esta situación de equilibrio desaparezca, por efectos humanos principalmente”.
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